El juego es un aspecto clave del desarrollo de un niño. Todas las funciones mentales (inteligencia, memoria, atención, planificación,…), sociales (compartir, colaborar, prestar, ceder, liderar, confrontar,…) o físicas (correr, saltar, manipular,…) se ejercitan a través del juego. Jugar con un niño con autismo es una experiencia particular, incluso para sus padres. Cuando la madre le enseña un cochecito y lo hace rodar por la mesa, el niño lo coge y se pone a girar las ruedas; cuando el padre le pasa una pelota botándola, el niño se la puede poner en la cabeza y balancearse para delante y para atrás, cuando le muestran un juguete nuevo, se puede dar la vuelta o simplemente marcharse.
Hasta ahora se pensaba que el juego no formaba parte de la terapia sino precisamente de lo que “no es terapia” pero esa imagen está cambiando y se ve que el juego puede ser, cuando menos, una palanca interesante para practicar y mejorar. Un niño con autismo es antes de nada un niño y algo que parezca juego siempre es más interesante que algo que parezca trabajo. Quería comentar el interés que el juego imitativo, en el que uno de los jugadores imita lo que ha hecho otro, tiene como herramienta de terapia. Se ha visto que las sesiones de juego imitativo –de unos cuantos minutos- aumentan el contacto visual, la verbalización y otras medidas que señalan a una mejora de la respuesta social. El juego contingente, donde el adulto responde a las acción del niño con una parecida pero no igual, no es tan eficaz. Que alguien te imite genera una respuesta inmediata, es algo que capta nuestra atención con fuerza. Así, ese programa tan sencillo, imitar a sus hijos con autismo de vez en cuando, parece ser una herramienta útil para los padres. Ser imitado causa un momento de sorpresa para el niño y le hace mirar, fijarse en ti y abre una vía a compartir su interés contigo. Hay que pensar que captar la atención del niño puede ser crucial para la interacción social y una breve mirada a uno de los padres puede ser algo significativo, cargado de sentido y aprovechable en la vida cotidiana.
El estudio científico de estos procesos ha permitido ver que cuando los padres consiguen “sincronizar” sus comportamientos en mayor medida con los del chico y aprovechar esa sintonía para señalar algo, mostrar algo o hablar sobre algo en lo que el niño está fijándose ya, se consigue una mejoría en sus habilidades de lenguaje. De esa manera el juego imitativo trabaja sobre la creación de un vínculo y el vínculo se aprovecha para reforzar la terapia y mejorar los resultados del aprendizaje.
También se ha visto que el programa beneficia a los padres, ayudándoles a adaptarse a los intereses de su hijo. Los padres se ponen unos objetivos más realistas para las sesiones de terapia y juego y aprenden a notar y a valorar los distintos caminos que el niño usa para conectar con ellos. Según un terapeuta “a menudo los padres se ponen a correr en una dirección y no se dan cuenta de que han dejado al niño atrás”. La imitación es una buena estrategia para que los padres se den cuenta de lo que le gusta al niño, de lo que no le gusta y del ritmo y velocidad más apropiadas.
Trabajar sobre los intereses del niño, en vez de intentar llevarle a él a nuestros intereses, facilita conseguir y mantener su atención y su motivación. Cuando has captado esa atención, tienes una oportunidad para interactuar y para enseñar algo. Un ejemplo, si están aprendiendo las partes del cuerpo, y el niño tiene un juguete en la mano, el terapeuta o el maestro puede intentar que el niño ponga el juguete en distintas partes de su cuerpo al mismo tiempo que se dice su nombre. De esta manera ambas actividades, el juego y el aprendizaje se refuerzan entre sí, se hacen más interesantes y los resultados mejoran.
Muchos niños con autismo no imitan a otros niños. Sin embargo, cuando los padres les imitan a ellos, se dan cuenta, incluso cuando ellos no han empezado a imitar a otros. La idea es que el juego imitativo ayuda a los niños con autismo a aprender a imitar y a partir de ahí, mejora el contacto visual y la formación de contactos sociales. La imitación se convierte en un punto de partida para el desarrollo de interacciones sociales más complejas. El intercambio social normal puede ser agobiante para un niño con autismo. La imitación hace que la interacción se vuelva fácilmente predecible y deja que el niño controle el nivel de estimulación que recibe.
Un “extra”: una página web con numerosos juegos para niños con autismo.