Son las 8 de la mañana y en el aula de 6° grado los alumnos tienen los ojos cerrados. Su atención no está enfocada en el pizarrón ni en la carpeta, sino en la respiración abdominal. En el frente, la maestra les pide a los chicos que tomen conciencia de su cuerpo.
Empezar la jornada escolar con 10 minutos de respiración lenta y concentrada suena bastante más amable que invertirlos haciendo fila mientras suena el “Aurora”. Pero además, mejora las capacidades cognitivas y disminuye la violencia en la escuela.
“Todos los días, antes de sacar las cosas de la mochila, la maestra baja las luces, pone música y dirige un ejercicio de relajación psicofísica y meditación”, cuenta López Rosetti. Los docentes fueron entrenados por el personal del Servicio de Medicina del Estrés del Hospital de San Isidro, quienes a su vez se capacitaron en mindfulness por un convenio con la Fundación Favaloro e INECO.
Según los resultados medidos por medio de cuestionarios a los docentes, “la meditación provoca serenidad en los alumnos. Mejora el vínculo entre ellos y con los maestros. Genera un ambiente que facilita el trabajo de enseñanza”, asegura López Rosetti. Además, refuerza la concentración, la atención y la memoria de los chicos.