«Lo lamento, ha tenido usted un niño con discapacidad».
La frase anterior la solía decir un médico a la hora de dar a la familia la noticia de que el recién nacido presentaba alguna alteración o síndrome.
Ese médico contó que cambió su perspectiva y su mensaje a las familias tras el episodio que le ocurrió con un padre cuando ese médico le dijo la frase anterior.
El padre le contestó: «Usted limítese a darme la noticia. Ya veré yo si lo lamento o no».
Podemos imaginar esta misma situación en el momento de dar a una familia, tras un proceso de diagnóstico, la noticia de que su hijo tiene autismo.
Este tipo de comentarios –«lo lamento…»- son la expresión de unas actitudes y una cultura que ve la discapacidad como una enfermedad terrible más que como la expresión de la interacción de una persona con su entorno. Las personas no desean tener limitaciones en su funcionamiento, pero una vez que las tienen la mejor opción sería, al igual que para el resto de las personas, luchar por desarrollar un proyecto de vida propio y vivir de la manera más normalizada posible, en iguales condiciones y oportunidades que el resto de las personas.
Este tipo de comentarios –«lo lamento…»- son la expresión de unas actitudes y una cultura que ve la discapacidad como una enfermedad terrible más que como la expresión de la interacción de una persona con su entorno. Las personas no desean tener limitaciones en su funcionamiento, pero una vez que las tienen la mejor opción sería, al igual que para el resto de las personas, luchar por desarrollar un proyecto de vida propio y vivir de la manera más normalizada posible, en iguales condiciones y oportunidades que el resto de las personas.
La normalización supone, entre otras cosas, enseñar patrones de comunicación y de relación social. Fuente: http://www.autismocadiz.org/es/servicios/servicios-a-la-infancia-y-la-adolescencia.html. Licencia CC: BY-NC-ND |
(Extracto del "artículo" publicado en INTEF - Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del profesorado)