En días pasados hablábamos de la retirada de un artículo en la página web española de Dodot en el que se hacía apología al maltrato infantil, dando pautas sobre cómo y en qué circunstancias era aceptable pegarles a los niños (a pesar de que, según la legislación española, esto se considere un delito).
Es una buena noticia que la empresa haya retirado el artículo y presentado disculpas a los usuarios, pero seguimos encontrando en su página consejos basados en un enfoque adulto-centrista del tipo Super Nanny, que buscan simplemente eliminar un comportamiento molesto en el niño sin ir más allá, sin ponerse en su lugar y sin importar el impacto que esto pueda tener en él. Un ejemplo es este artículo dedicado a las rabietas, que invita a ignorar al niño:
- Ignora el mal comportamiento: no le prestes atención ni le hagas caso (siempre que esto no entrañe peligro para el niño —por ejemplo, no lo ignores si se escapa corriendo en la calle—). Es la mejor manera de actuar. [...]
- Devuelve tu atención al niño cuando termine la rabieta, no mientras dure. Cuando el niño tenga comportamientos positivos, hazle caso; cuando los tenga negativos, ignórale.
Sí, este consejo es un clásico, pero hoy en día sabemos que las rabietas son comportamientos perfectamente normales en los niños pequeños, que son parte de su desarrollo, y que no son intencionales. Con esto quiero decir que el niño no piensa, «ah, ¿no me quieren dejar jugar con la cocina? Pues ya van a ver, voy a coger un berrinche de antología y se van a joder los viejos». No, simplemente se siente frustrado y expresa sus sentimientos de la única forma en que sabe hacerlo. ¿Qué queremos, que se siente con nosotros y nos diga, «mira papá, es que me siento frustrado porque no me dejas ver cómo se giran los botones»? O, peor aún, ¿que acate calladamente lo que le decimos y se vaya a jugar con otra cosa? Yo nunca querría que mi hijo hiciera eso, por más que un comportamiento así me facilitara la vida e hiciera la crianza más fácil. Porque si ahora no protesta por lo que quiere, ¿cuándo lo va a hacer? ¿Cuando su jefe lo mande a trabajar horas extras sin cobrar? Lo dudo.
Desde mi punto de vista, ignorar a una persona es lo contrario de amar. Cuando amamos a alguien, le prestamos atención, nos interesamos si sufre, intentamos hacer que se sienta mejor. ¿Por qué tiene que ser distinto con un niño?Esto no significa, ni muchísimo menos, que voy a dejar que mi hijo juegue con la cocina simplemente para que se le pase la rabieta —aunque no veo ningún inconveniente en «ceder» (palabra tabú) si lo que mi hijo quiere hacer no entraña peligro alguno—. De ninguna manera. Pero ignorarlo, no hacerle caso, es enviarle el mensaje de que no es importante, de que no es amado. Es enviarle el mensaje de que tiene que ganarse nuestro amor portándose bien. Un niño que es criado de esta forma probablemente se convertirá en un adulto que busca la aprobación de los demás, un adulto alejado de su propia esencia, temeroso de expresarse para no verse rechazado. Y lamentablemente, esto es demasiado frecuente.