El cerebro hiperactivo impide que los adolescentes con autismo se ajusten a las situaciones sociales


ANN ARBOR, Michigan.— Un nuevo estudio de la Universidad de Michigan ha encontrado que una parte hiperactiva del cerebro impide que los adolescentes con autismo se ajusten a los entornos sociales que no les son familiares y esto les hace sentir abrumados y ansiosos.

El ver los mismos rostros repetidas veces puede afectar negativamente a los niños autistas, especialmente en las reuniones sociales. Si un adolescente vuelve la mirada hacia otra parte o no presta atención a menudo se le interpreta como una persona que no está interesada en otra gente, dijo el investigador de la UM, Christopher Monk.

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“Estas conclusiones junto con otros trabajos indican que para muchos niños con trastornos en el espectro del autismo (ASD es su sigla en inglés) quizá no sea sólo una falta de interés”, dijo Monk, profesor asociado en el Departamento de Psicología y profesor investigador asociado en el Centro para Crecimiento y Desarrollo Humano.

“Puede que encuentren estresante el mirar e interactuar con otras personas. Si los niños encuentran que es incómodo el observar y el participar en los encuentros sociales desde una edad temprana se apartan de ellos y pueden perder muchas oportunidades de aprender acerca del entorno social”, agregó.

Los datos analizados correspondían a 32 niños y adolescentes con trastornos del espectro del autismo y 56 jóvenes en desarrollo típico. A los niños se les sometió  a un escaneo funcional por imagen de resonancia magnética mientras llevaban a cabo una tarea de identificación de géneros de rostros que mostraban expresiones de temor, alegría, tristeza o neutral.

A los investigadores les interesaba en particular una estructura en el cerebro llamada la amígdala que indica la ansiedad. Mientras que los jóvenes sin autismo se habituaron rápidamente o mostraron una activación disminuida con el tiempo ante los rostros, los que tenían ASD mostraron una actividad sostenida de la amígdala con el paso del tiempo cuando vieron rostros tristes y neutrales.

Se midió la habituación examinando si la activación de la amígdala ante los rostros disminuía al final de la sesión. En las personas sanas la amígdala responde a los rostros al comienzo de la sesión de escaneo pero disminuye con la presentación repetida de los rostros. Si eso no ocurre, puede ocurrir un exceso de excitación, dijo Monk.

“El proceso es similar al acostumbrarse al tic-tac de un reloj en una habitación hasta que ya uno no lo nota más”, dijo la investigadora de la UM y autora principal del estudio Johnna Swartz. “Podríamos imaginarnos cuán estresante es, en ese caso el no habituarse. La habituación de la amígdala nos ayuda a acostumbrarnos a las situaciones sociales familiares de manera que no estamos constantemente en alerta. Este estudio es uno de los primeros que muestra que este proceso está alterado en los adolescentes con trastornos dentro del espectro del autismo”.

Los investigadores también descubrieron que esa habituación disminuida a los rostros neutrales puede relacionarse con los síntomas más graves de ASD. Monk dijo que la intervención temprana podría incluir un incremento del reconocimiento de la emoción o una reducción de la excitación excesiva a los rostros mediante la instrucción y la exposición.

Las otras investigadoras involucradas en este proyecto incluyen a Lillian lee Wiggins y Melisa Carrasco, ambas de la UM, y Catherine Lord en el Colegio Médico Weil Cornell.


Las conclusiones se publican en la edición actual de la revista Journal of tghe American Academy of Child and adolescentes Psychiatry: http://www.sciencedirect.com/science/journal/08908567


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