Guía para detectar problemas de aprendizaje




Los problemas de aprendizaje conocen distintas causas; las más importantes son las de orden neurobiológico. Suele pensarse que los niños son inquietos, no prestan atención, son perezosos o poco inteligentes, cuando lo que sucede es que, en realidad, tienen una afectación de la forma en que entienden, recuerdan y responden a cualquier nueva información. Con el tratamiento adecuado a cada uno, es posible una mejoría notable. Para ello, es necesario prestar atención a los signos que los denotan, para intervenir lo más precozmente que sea posible.

Los problemas de aprendizaje abarcan un abanico de fenómenos de distinta etiología, lo que hace difícil establecer los parámetros para establecer sus límites.
Al mismo tiempo, diversas posturas metodológicas y teóricas en su consideración hacen que se torne engorroso establecer qué se entiende por problema de aprendizaje “puro”, además de otros factores, como los económicos, tan influyentes a la hora de establecer los campos de competencia de distintas especialidades que se atribuyen la primacía del diagnóstico y del tratamiento en desmedro de otros, subalternizándolos.
De todas maneras, existen ciertos parámetros más o menos objetivos que permiten establecer que hay un inconveniente de ese orden que requiere la atención probablemente de más de un especialista en diversas disciplinas.
Algunos datos
Los problemas de aprendizaje son mucho más frecuentes de lo que pensamos. Según una encuesta on line realizada por el National Center of Learning Disabilities de los EE.UU. en agosto del corriente año, el 12% de los encuestados manifestaron tener algún grado de inconvenientes respecto del aprendizaje.

A su vez, un artículo aparecido en la revista Época de Brasil, de fecha 30 de agosto pasado, expresa que en ese país, y en otros en vías de desarrollo, entre el 40 y el 42% de los niños matriculados en los primeros grados de la enseñanza primaria presentan dificultades en lo que hace a aprender y, entre ellos, un rango que va del 4 al 6% se debe a causas neurobiológicas.
Obviamente, no todos los problemas relacionados con el aprendizaje de los niños tienen que ver con lo que se denomina bajo ese nombre, aunque sí requieren de algún tipo de intervención.

 ¿Qué son?
Decíamos que el espectro es muy amplio. Este abarca distintos tipos de desórdenes, que responden a diversos factores, los que usualmente se dividen en tres clases para su estudio:

- Sociales y/o familiares:
en general, los niños que provienen de hogares de menores ingresos o con estructuras familiares endebles, poco estimulantes, en situación de abandono real o virtual, con problemas de salud mental, con conflictos intrafamiliares y con bajo nivel de escolarización, entre otros, tienden a ver dificultada su capacidad de aprender.
- Institucionales: aunque no siempre se reconozca, las propias escuelas pueden coadyuvar o hasta producir que la incorporación de conocimientos de sus alumnos resulte traumática. Así, por ejemplo, las clases numerosas, la estandarización de los contenidos y los ritmos de enseñanza sin considerar las particularidades del alumno, los altos niveles de exigencia, la poca capacitación de algunos docentes, las estructuras excesivamente rígidas, las normas disciplinarias demasiado severas o extremadamente relajadas y otras causas que involucren a la institución educativa es posible que redunden en ello.
- Neurobiológicas: son aquellas que provienen de distintas afecciones que hacen a la estructura del cerebro, a la percepción y a la elaboración de los contenidos. Las más usuales son la dislexia, el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (aunque no son específicamente un problema de aprendizaje, lo afectan seriamente), las discalculias, las disgrafías y el trastorno no verbal (afecta la coordinación motora, la percepción sensorial y espacial y la vida de relación), pero hay otras.

Entre estas últimas, lo primero a descartar son los problemas relacionados con la audición y la visión, puesto que, una vez corregidas estas anomalías, es muy probable que también se solucionen los problemas de aprendizaje. También es pertinente que se desechen otras causas como tumores cerebrales, daños neurológicos irreversibles, déficits intelectuales y otras posibles fuentes de las que el detrimento del aprendizaje sea sólo un síntoma.


Por otro lado, es necesario hacer lo propio con factores psicológicos temporales que se encuentren incidiendo sobre el niño, tales como situaciones de divorcio parental, duelo por la muerte de seres queridos, abusos físicos y sexuales (los problemas de aprendizaje pueden ser un llamado de atención al respecto), mudanzas y otros que, si bien tienen su peso y requieren atención y tratamiento adecuado para su resolución, en la mayoría de las ocasiones se solucionan con el transcurso del tiempo y la elaboración psíquica o por las intervenciones que hagan falta para hacer cesar aquello que perturba.

En este sentido, es necesaria la persistencia de los síntomas que definen la dificultad, puesto que los errores esporádicos y las faltas de atención puntuales no pueden ni deben considerarse.

Si bien los tres órdenes reseñados (social, institucional y neurobiológico) se hallan interrelacionados en distintas proporciones, los problemas de aprendizaje son los específicos del neurobiológico.

Estos problemas afectan la forma en que una persona entiende, recuerda y responde a cualquier nueva información. Ello lleva a que las personas afectadas tengan dificultades para escuchar, prestar atención, hablar, leer, escribir y/o resolver problemas matemáticos.

Si bien lo más usual es que los primeros signos de ello estén presentes en la primera infancia, suelen pasar desapercibidos hasta la etapa de la escolarización, donde se produce la detección de la mayor parte de los casos ante los requerimientos sistemáticos de las habilidades en conflicto.

Otro dato a destacar es que, pese a que muchas veces se crea lo contrario, la capacidad intelectual de estos niños no es menor que la de los demás.

Por otro lado, resulta importante detectar cuanto antes los problemas en este campo, puesto que, si bien el cerebro, con el tratamiento y las estrategias adecuadas, tiene la capacidad de suplir las áreas que presenten una capacidad disminuida (y hasta ausente), su plasticidad es inversamente proporcional a la edad cronológica del sujeto, por lo que no es lo mismo comenzar las intervenciones a los dos o tres años que hacerlo a los diez o a los doce.

Al mismo tiempo, dejar que este estado de cosas se prolongue, lleva a la cronicidad, es decir que el propio sujeto y quienes lo rodean se acostumbren a ello, lo que implica una suerte de determinismo inaceptable, que deja a la persona en un lugar en el que no tiene por qué hallarse.

También hay que señalar que los problemas de aprendizaje, además de atentar contra las posibilidades de escolarización exitosa de los niños, inciden negativamente en su vida de relación, no solamente porque un tercio de ellos, aproximadamente, asocian su problemática con TDAH, sino porque aun los que no presentan este trastorno tienen dificultades para relacionarse con otros y no son pocas las ocasiones en las que se ven sometidos al bullying, lo que en los EE.UU., por ejemplo, alcanza a dos tercios de ellos.

La guía basada en los síntomas
Teniendo en cuenta una cierta persistencia de la sintomatología y descartando cuestiones ocasionales que pueden incidir puntualmente, será necesario recurrir a una consulta para despejar las dudas si se presentan algunos de los siguientes signos.

Desde edad temprana hasta preescolar
- Se observa retraso en el habla según lo esperable para la edad madurativa; tiene problemas o dificultades para articular palabras.
- Desarrollo incorrecto del vocabulario, con mala utilización de las palabras.
- Demora en la adquisición de ciertos conceptos, tales como los números, el abecedario, los días de la semana, los colores, las formas geométricas, etc.
- Inconvenientes para seguir instrucciones o aprender rutinas simples.
- Mala coordinación al saltar o correr, con tropiezos recurrentes.
- Dificultades al manejar ciertos objetos que requieren algún grado de precisión, tales como lápices, crayones, tijeras, etc.
- Problemas a la hora de ejecutar tareas para vestirse, tales como abrochar, abotonar o utilizar cierres de cremallera, etc.
- Incremento de la actividad más allá de lo normal.
- Problemas para mantener la atención.
- Inconvenientes para mantener la concentración en una tarea, saltando de una a otra sin detenerse en alguna.
- Comportamiento impulsivo.
- Dificultades para establecer y mantener interacción con otros niños de aproximadamente su misma edad.

En la etapa escolar primaria
- Dificultad para relacionar letras y sonidos.
- Inconvenientes para leer palabras que ya conoce y de comprensión de aquello que lee.
- La expresión de sus ideas y sentimientos no resulta adecuada.
- Malinterpretación de lo que se le dice, a veces por comprensión demasiado apegada a lo literal o por establecer relaciones que no se condicen con el sentido.
- Problemas para recordar información reciente.
- Priorización de la memorización sobre la comprensión como forma de paliar las deficiencias cognitivas.
- Mala coordinación motriz.
- Dificultades con la administración temporal para la realización de las tareas.
- Problemas para interpretar los intercambios de palabras y las discusiones.
- Poca inclinación para hacer amigos o mantener relaciones con niños de su edad.
- Presencia de diversos tipos de errores ortográficos y gramaticales, con inversión de letras, ausencia de concordancias, sustitución de sílabas, falta de separación entre palabras o dejar espacios entre letras, y otros.
- Inconvenientes para adaptarse a ambientes nuevos.
- Problemas para interpretar conceptos abstractos.
- Las operaciones matemáticas conllevan dificultades, así como la seriación y todo tipo de manipulación de cifras; también es posible la inversión de los números.
- Los detalles pueden concitar mucha o muy poca atención.
- Muy pobre interpretación de la información e inconvenientes para procesarla y responder en consecuencia.
- Escasa empatía.
- Circunloquios que impiden terminar de redondear una idea.
- Mala postura para sostener elementos de escritura y dibujo.

Hay más, aunque con las señaladas basta para que exista una situación que requiere de la atención de los adultos, sean éstos los padres, los docentes o quienquiera que advierta que existen dificultades.

El tratamiento debe ser personalizado e involucra no solo a los especialistas de diversas disciplinas, sino también a la propia familia, a la institución escolar y a todos los que se hallan en el entorno del niño.

Al mismo tiempo, así como se requiere descartar situaciones coyunturales y afecciones prevalentes, también es necesario sopesar el papel de las cuestiones institucionales, que quizás no sean adecuadas para el niño y una vez despejadas las cuestiones circundantes centrarse en su mejora, que siempre es posible.

Para finalizar
Demasiado frecuentemente se escucha que el niño no pone voluntad, que es distraído, que es inquieto, que es perezoso y tantas otras frases que ignoran el problema y lo dejan absolutamente inerme frente a la situación, ubicándolo en un lugar marginal, cuando, en verdad, la inmensa mayoría de estos trastornos son tratables con el tratamiento pertinente para cada uno.
Ni alarmarse hasta la desesperación, ni desentenderse y achacar al propio niño que sufre una culpa que no tiene: el justo medio es buscar soluciones que lo habiliten para una vida más plena.

Fuente

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